viernes, 22 de noviembre de 2013

EL TEMPLO DE LA VOZ

Esta historia va de chapuzas, de insultos, de ignorancia y de arrogancia. Y también de vergüenza. Como no podía ser de otro modo, incluyo la parte anecdótica y cómica. Es una escena que sufrí y presencié, también con toque berlanguiano. 

Pero primero una breve introducción que, admito, copio y pego sin apenas cambios de wikipedia:


El templo del que voy a hablar fue un regalo de Egipto a España en 1968 en compensación por la ayuda española tras el llamamiento internacional realizado por la UNESCO para salvar los templos de Nubia, principalmente el de Abu Simbel, en peligro de desaparición debido a la construcción de la presa de Asuán. Egipto donó cuatro de los templos salvados a distintas naciones colaboradoras: El templo de Dendur a los Estados Unidos (actualmente en el Metropolitan Museum de Nueva York), el de Ellesiya a Italia (Museo Egipcio de Turín), el de Taffa a Holanda (Rijksmuseum van Oudheden de Leiden) y el otro del que voy a hablar, a España (en ningún museo).

El de Taffa en Holanda y el de
Ellesiya en Italia.

Templo de Dendur en el Metropolitan Museum de New York.

Tienen una antigüedad de unos 2.200 años. Todos estos templos salvo el de Madrid están primorosamente conservados en sendos museos en salas climatizadas y lógicamente protegidas de la intemperie y del vandalismo. Spain is STILL different.
Y ahora otro breve fragmento también pegado (si bien algo resumido) de wikipwedia en cuanto al estado de conservación del monumento egipcio reubicado en Madrid:
"Desde su apertura al público la conservación del templo ha estado rodeada de polémica. El edificio fue usado de forma indiscriminada para pases de cine de verano, para representaciones teatrales, para anuncios publicitarios y para spots musicales. La contaminación y el clima de Madrid, así como el vandalismo, han dejado huellas profundas en el edificio. La voz de alarma la han dado los Congresos de Egiptología Ibérica y, recientemente, la UNESCO. Frente a ellos, la postura oficial de la entidad tutelar (el Ayuntamiento de Madrid, a través de Museos Municipales) ha sido, de forma sistemática, desmentir los motivos de alarma y realizar actuaciones de poca envergadura. Sin embargo, el templo se sigue degradando. El estado del monumento es una transgresión flagrante a lo que supone la conservación de un monumento histórico según la Carta de Venecia"

Y aquí comienza mi historia.
Verano de 1996.















Nos han encargado la restauración del conocido templo egipcio ubicado en Madrid. Más concretamente la de los dos pilonos (puertas) que lo acompañan. Hasta antes del traslado a Madrid había tres pilonos. El tercero se debió perder. Básicamente se trata de limpiar los sillares de piedra arenisca (se ve en la fotografía la extrema diferencia entre la piedra limpia y la sucia de contaminación), de eliminar añadidos de hormigón, sellar grietas, adherir fragmentos a medio desprender, etc.


Un primer examen del estado de conservación nos deja impresionados por la notoria chapuza realizada tiempo atrás, bien cuando se intervino poco después de ser desmontado en Egipto, bien cuando se reconstruyó el templo en Madrid. Es algo que no puedo precisar. El caso es que el templo ha sufrido un variado tipo de agresiones, y no sólo las que conocemos como vandálicas. Y lo peor es que sigue sufriéndolas y seguirá. Los pilonos, el templo en general, sufre un estado de abandono extremo. Sillares reventados, grietas por doquier, fragmentos que amenazan desprenderse y causar graves daños a visitantes, musgo y líquenes por todas partes, grafittis, churretes de resina y de pintura, rejuntados y "reconstrucciones" de hormigón, manchas de hierro, excrementos de aves y crecimiento de herbáceas en la base, además de un notabilisimo ennegrecimiento general de la superficie de la piedra debido a la contaminación del aire. Por otro lado, un capitel que debió sobrar en la reconstrucción (no conozco su historia) yace a ras de suelo en el cruce de dos callecitas de tierra del parque, expuesto a todo y evidentemente muy deteriorado. Yo mismo de niño me subí allí cientos de veces y a buen seguro no sería el único en cuarenta años. Multipliquemos niños (y no tan niños) por días y años. Así está hoy.


En principio, el templo pasó de estar bajo el seco clima nubio a recibir la lluvia, la contaminación y las heladas de Madrid. Al ser construido, sus sillares fueron originalmente colocados "a hueso", es decir, sin la menor argamasa entre ellos. Sin embargo, un arquitecto egipcio, Al-Barsanti, decidió, incomprensiblemente ante nuestros ojos actuales, coser los sillares agrietados con enormes grapas de hierro sujetas con cemento. El resultado es absolutamente predecible. Las grapas se oxidan, se mineralizan, aumentan de tamaño y revientan la piedra desde dentro. En las fotografías podéis ver el estado en que nos encontramos muchos de los sillares debido a esta razón.



Es evidente que lo lógico sería desmontar el templo, retirar estos hierros nefastos y el omnipresente hormigón, consolidar los sillares y volverlo a levantar en un lugar protegido. El monumento se ha deteriorado más en los cuarenta años que lleva en España que en los más de dos mil que hace que se construyó. Hubo una propuesta de una conocida entidad bancaria para patrocinar y financiar unos trabajos globales más que necesarios, pero fue desestimada.
Supongo que por orgullo y arrogancia.

Volviendo al detalle y por si esto fuese poco, como el que rejunta una pared de ladrillo, los operarios, no sé si en Egipto o en España, si fue por iniciativa propia o por prescripción del arqueólogo al mando, rellenaron con cemento todo tipo de grietas y fisuras que encontraron. Pero además no lo hicieron con un mínimo cuidado sino que tiraron de llana y extendieron el cemento en lo que es la grieta y en lo que no lo es. Me quedo perplejo cuando compruebo que uno de los principales relieves que conserva el segundo pilono ha sido literalmente cubierto por una aplicación de cemento de la extensión de una pantalla de plasma. Yo pensé que dicho relieve estaría perdido, que a nadie se le habría ocurrido taparlo con una lechada de cemento, pero me picó el gusanillo y después de dedicar un día a retirar minuciosamente ese cemento compruebo indignado que se aplicó para tapar una fisura casi del grosor de un cabello y que el relieve se conservaba perfectamente. Siempre me lo preguntaré; por poca o nula idea que se tenga de Arqueología y de Restauración ¿Cómo puede alguien considerar que es mejor embadurnar de cemento unos relieves egipcios por una mínima fisura que dejarlos estar? Y más aún ¿Cómo pasaría semejante aberración por el visto bueno de arqueólogos, arquitectos y políticos?

Pero hay mucho más, querido/a lector/a. Veo un área cuadrada de cemento detrás de la cual deduzco por el sonido que debe haber un espacio hueco. Tras unos golpes de cincel la plancha de cemento cede. Lo que aparece ante mis ojos es una sorpresa muy desagradable. Es una manzana semipodrida que debió colocarse ahí por algún operario graciosillo. Me pongo guantes de látex y la retiro después de fotografiarla. Empiezo a odiar a aquel desconocido. Cerca de este orificio había otro idéntico. Todo igual salvo que en esta ocasión en lugar de manzana había una patata en similar estado. En sí, la presencia de estos frutos no supuso un atentado contra la conservación del templo, claro está, pero sí da una idea bastante aproximada del escaso nivel de rigor y vigilancia aplicado y del nulo respeto por lo que se tenía entre manos. 

Relato ahora, por quitarle hierro al asunto (nunca mejor dicho también), la parte anecdótica y cómica de mi historia. Y digo cómica por no incidir en lo lamentable y casi patético del asunto. Un caluroso día llega la hora de comer. Yo aún estoy subido a uno de los pilonos, trabajando. Hay un sol de justicia. De repente oigo una voces muy airadas y ofensivas que provienen del borde del pequeño estanque que rodea los pilonos, triste remedo del Nilo que originalmente fluía junto al templo. Miro hacia abajo y veo a un tipo enorme y obeso ataviado con mono azul de trabajo, con la cremallera abierta hasta el ombligo y dejando a la vista su enorme barriga peluda. Sin razón aparente, me increpa. Lo transcribo literal (o lo que recuerdo) pese a las palabras malsonantes.

 -¡Eh!, ¡tú!, ¡hijo de puta! -grita aquel ser mirándome desde el suelo con expresión cercana a la del odio.
-¿Es a mí? -respondo yo con mucha flema y sabiendo a ciencia cierta que se dirigía a mí, que era el único en las alturas.
-Sí, a ti! ¿Para qué coño me encargas un camión de arena si no hay forma de entrar en el jodido parque éste con el camión?
-Yo no le he encargado ningún camión de arena. Ni a usted ni a nadie -respondo con sobriedad y educación.
-Entonces ¿Quién coño ha sido? No veo a nadie más trabajando por aquí. Me han dicho que lleve la arena al templo de la voz, o al templo de la boda... o al templo de su puta madre! Y aquí no hay quien meta el camión! (Queda claro que este buen hombre no conocía ni recordaba el nombre del templo y lo llamó de forma fonéticamente similar).
-Pregunte por ahí, yo no he sido -respondo sin lograr apenas contener la risa, si bien sentí la tentación de arrojarle un martillo que tenía a mano.

Desde mi atalaya observo las evoluciones de este caballero. Veo que el ogro se acerca con la misma actitud al policía municipal a cargo de la seguridad del templo. Escucho que hace la pregunta al agente, ya cercano a la jubilación, si bien a él no le insulta.

-Habrán sido aquellos dos los que te han pedido la arena -responde el policía señalando a dos obreros que dormían plácidamente desparramados en un banco del parque junto a dos botellas de litro de cerveza vacías.
-Mírales como duermen ese par de cabrones!
-Déjales, pobrecitos... ¿no ves que están cansados? -responde el agente con evidente sarcasmo.
-¡Con dos piedras les daba yo en los cojones! -exclama el caballero del mono azul mientras se encamina hacia los durmientes con actitud amenazante.

Lo que ocurrió a continuación fue un espectáculo que nunca olvidaré. Yo había parado de trabajar, observando la escena desde mi lugar privilegiado, estupefacto y brocha en mano. Aquel hombre llegó hasta el banco donde roncaban ambos peones, agarró de la solapa a cada uno con sendas manos, les levantó y les zarandeó mientras les gritaba y recriminaba por el asunto de la arena. El camionero debía pesar más que los dos peones juntos, pequeños y escuchimizados. El policía municipal reía de forma evidente mientras los dos peones, recién despiertos, trataban de articular palabra.

Esa misma mañana, o quizás otra, habíamos recibido la visita de un "técnico" del ayuntamiento, un señor maduro, de esos de esclava y uña del meñique muy larga para urgarse en cualquier momento en las orejas y en la nariz. Debe ser muy práctico, la verdad. Iba acompañado de un exiguo séquito de funcionarios anodinos que no abrieron la boca durante toda la visita. El "técnico", como quien no quiere la cosa y con evidente desinterés nos hizo algunas preguntas triviales sobre los trabajos. Al final, aburrido, encontró la ocasión para hacer un chiste al fijarse en una inscripción, lógicamente jeroglífica, conservada en uno de los sillares.

-¿Y aquí qué pone?, ¿"tonto el que lo lea" en egipcio?

Yo miré al suelo, sumido en la risa y la profunda decepción, con la sensación cierta de que esta ciudad, o al menos sus representantes, no merece albergar algo así. 

Otra tropelía que padeció el templo de Madrid fue la "extraña desaparición" de un sillar durante el viaje desde Egipto. Casualmente el sillar desaparecido conservaba los relieves que representan a deidades egipcias, obviamente mucho más valiosos que aquellos otros mondos y lirondos. Este sillar sí que estará en paradero desconocido.

Finalmente citar una bonita y enorme pintada realizada con impunidad este mismo año por algún fundamentalista religioso que decía textualmente "Menos logias y más capillas. Cristo = Libertad. Masones asesinos".

En suma, lejos de querer alimentar gratuitamente nuestra leyenda negra, la evidencia habla por sí sola, de forma palmaría e incontrovertible. Así era y es parte del trasfondo de Madrid, amigos. Passion for life, bocadillo de calamares, pichis, excelencia y relajantes tazas de café con leche en la plaza mayor, con sus calles "olimpiadas" o no limpiadas, pero embotelladas siempre. No me sorprendería excesivamente que viéramos un día este templo rebautizado como Templo de Bodafone o algo parecido. 

Aunque no tenga nada que ver, no puedo evitar pensar en la gestión de la reciente huelga de barrenderos y en el estado de las calles de la ciudad y relacionarlo con la presencia de más desperdicios semiputrefactos en un lugar tan insospechado como unos orificios originales de un templo egipcio tapados torpemente con cemento. Y es que es así; a nuestra ciudad le vienen grandes muchas cosas. Cuatro gigantescas y ostentosas torres quieren hablar de la pujanza de la ciudad, mientras por otro lado, un sencillo y modesto, aunque bellísimo y evocador monumento de más de dos mil años agoniza adulterado y olvidado. Algo, o mucho, está equivocado. Y claro está, sólo estoy hablando de lo que más a fondo conozco.

Para finalizar, decir que yo iba de niño a jugar por la zona y sigo corriendo allí por la noche dando vueltas al parque. Es un lugar especial para mí. Para colmo acabé trabajando un tiempo en él. Tenía que contarlo.

ACTUALIZACIÓN 2020

El egiptólogo Zahi Hawass ha visitado el Templo de Debod y no le ha gustado nada lo que ha visto. Su decepción e indignación ante el descuido evidente que sufre el monumento ha salpicado las páginas de los periódicos. Hawass pide que España devuelva el templo a Egipto si no tiene intención de preservarlo en condiciones. Tímidos intentos de salir al paso de esta cada vez más frecuente denuncia aún parecen lejos de concretarse.

Curiosamente, Hawass dijo exactamente lo mismo que yo hace 24 años en este blog, que el templo ha sufrido mucho más en unas décadas en Madrid que durante dos milenios en su lugar original. Es una auténtica vergüenza la que a muchos nos hace sufrir el consistorio madrileño, una vergüenza provocada por 
la más absoluta negligencia y que raya en lo que podríamos llamar un "vandalismo pasivo".