martes, 24 de diciembre de 2013

HACIA JAPÓN VA UN CRÁNEO, RIN RIN

Recreación de Gomphoterium angustidens
Marchando otra historia sobre mi trabajo. Como viene siendo habitual, primero una introducción y después lo anecdótico, lo berlanguiano, lo absurdo. Éste es de los primeros que realice después de terminar Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Es el año 1995. Recibo una llamada del Museo de Ciencias Naturales durante la cuál se me dice que unos japoneses están muy interesados en obtener una réplica (copia) de un cráneo de mastodonte (Gomphoterium angustidens, un proboscídeo... un elefante, vamos) del Mioceno, de hace unos 18 millones de años, conservado entonces en el Museo Municipal de Madrid, en la calle Fuencarral.

Trabajos de extracción en 1959
El cráneo y la mandíbula inferior de este magnífico mamífero fueron hallados en 1959 en Tetuán de las Victorias, concretamente junto a lo que se llamaba la "cerámica Mirasierra", una fabrica de útiles de ese material. Hoy día es una poblada zona de viviendas del barrio de Tetuán pero entonces era un gran descampado. Como podéis ver en la fotografía, portada del periódico "Arriba" (Falange y después Prensa del Movimiento) el cráneo fue hallado en conexión con la mandíbula. Del resto del esqueleto nada se supo, pero posiblemente esté hoy día por la zona, sepultado por los cimiemtos de algún edificio Debido a que se halló el cráneo con varias fracturas y, lógicamente muy deteriorado, el arqueólogo al cargo decidió no arriesgarse a que se hiciese añicos al sacarlo. Así, optaron por envolver ambos cráneo y mandíbula en una especie de "camisa" de poliester y fibra de vidrio antes siquiera de moverlo del suelo.


Debo decir que, dados los medios de la época, fue una decisión muy acertada. En la fotografía de Europa Press vemos al arqueólogo trabajando de una guisa hoy impensable, impoluto y rodeado de niños y de curiosos. Por lo que veo en las fotografías, no hay nada que reprochar al trabajo realizado. Habría gozado estando allí en aquel momento pero aún faltaban seis años para que naciese. Aunque no puedo quejarme; treinta y siete años después de ser tomadas estas instantáneas tuve el privilegio de trabajar con este formidable fósil.  El caso es que las piezas se trasladaron al Museo Municipal y se expusieron en sendas vitrinas tal y como fueron entregadas, es decir, con el particular envoltorio plástico que le confería un tono verdoso que le daba un cinematográfico aire extraterrestre.

El cráneo mientras se le realizaban unas placas radiográficas
Por su propia forma y fragilidad, el cráneo hubo de ser exhibido en posición invertida, es decir, como veis en la fotografía, descansando sobre el frontal y mostrando los molares. Por si alguien tiene curiosidad, la palabra mastodonte, usualmente aplicada a animales o personas muy corpulentas, significa en realidad "dientes en forma de mama". En suma, entre el aspecto verdoso que le daba la "camisa" de poliester y su posición invertida, semejaba más una maqueta para la película Alien que un cráneo de un elefante extinto. Y bien, aquí comienza la historia.


Inspección con un detector de metales.















Una vez llegados a un acuerdo económico con los japoneses -se permitía hacer dicha réplica a cambio de que en el precio de la copia se incluyese su necesaria restauración- comenzamos a trabajar en la misma sala del museo donde se exhibía. Lo primero fue hacer unas radiografías y una pasada con un detector de metales para asegurarnos de que no se metieron vástagos metálicos en el interior de las defensas (colmillos) para darles solidez. Me puse en contacto con el veterinario a quien solía llevar a Pirracas, mi gata, para que llevase al museo su equipo portátil de rayos X y hacer unas placas. El hombre, que en su vida habría imaginado que le encargasen algo así, accedió encantado e incluso ilusionado. La exploración no detectó ningún elemento extraño, y tampoco el detector de metales, por lo que pasamos ya a intervenir.

Lo primero era, lógicamente, retirar la funda de poliester y fibra de vidrio que como un sudario envolvía las piezas desde 1959. Labor lenta y cuidadosa ya que bajo dicha funda aparecía el hueso muy deteriorado y exfoliado, por lo que había que ir consolidando e inyectando resina de forma paralela. Una vez "descamisados" y consolidados el cráneo y la mandíbula procedimos a hacer el molde a partir del cual obtendríamos la copia que viajaría a Japón.
Sería un molde de silicona, especialmente complejo por las dimensiones de las piezas y por lo intrincado de sus orificios y recovecos. Como es de imaginar, para completar los moldes hubo que voltear en varias ocasiones las delicadas piezas, lo que requirió no sólo entablillarlas y acolcharlas muchísimo sino también la colaboración de un montón de brazos, no ya por el peso sino por la fragilidad del mismo pese a la consolidación.

Así que decidí llamar a diez amigos para pedirles el favor de echar una mano (nunca mejor dicho) a levantar el cráneo en vilo mientras se deslizaba por debajo una tabla que sería parte de la caja que nos permitiría voltearlo. Se trataba de que el peso se repartiese entre veinte manos y que el cráneo literalmente levitase. Les di una breve charla de como hacerlo e hicimos una prueba para sopesar la fuerza a emplear. Por fin y a la de tres se izó el cráneo lo suficiente y se metió la tabla. Lo cierto es que a todos les gustó la idea de colaborar en algo tan inusual.

El trabajo proseguía, cubriendo poco a poco las superficie de los fósiles con la silicona que registraría su forma. Después vendría el relleno de dicho molde con un mortero sintético. Todo se desarrolló perfectamente. Por fin sacamos las piezas de los moldes y finalmente nos dedicamos al coloreado y patinado de las copias.

Modestia aparte, era casi imposible distinguir el original de la copia.

Sometimos al personal del museo a la prueba de adivinar cuál era cuál y todos dudaron muchísimo, errando la mayoría, lo cual era un evidente síntoma de que el trabajo era muy bueno. Yo mismo dude en alguna ocasión y tuve que hacer "toc toc" con los dedos sobre ambas para distinguirlas por el sonido.

Cuidamos cada detalle, pintando cada pequeña variación de color y dando el brillo adecuado al esmalte perfectamente conservado.
Otra réplica del mismo ejemplar puede verse en el
Museo Geominero de Madrid.



Un día un visitante del museo me preguntó:

- Estos colmillos tan grandes los usarían para cazar a sus presas ¿verdad?
- No, no! Eran herbívoros, igual que los elefantes actuales.
- Ah, ¿Es que cree usted que  los elefantes no comen carne?
- No, jamás -respondo yo muy serio.
- Pues está usted en un error, joven (entonces yo era joven). Yo he visto una película en la que un elefante luchaba contra un dinosaurio enorme y al final ganaba el elefante y se comía al dinosaurio.
- Ah, si lo ha visto usted en una película ya me callo.
- Es que tiene usted que documentarse más, hombre!
Creo recordar que le miré perdonándole la vida pero logré mantener la boca cerrada.

Colocando las réplicas en conexión anatómica.

Dado que las réplicas eran huecas y podían manejarse con cierta facilidad, decidí hacer esta fotografía para dar una idea de como era la conexión entre cráneo y mandíbula ya que desde que fue desenterrado el fósil jamás había vuelto a su posición correcta. Siempre habían estado por separado quedando el cráneo boca abajo. Por si a alguien le interesa, es extraño que el pariente vivo más cercano a los elefantes es el damán, un pequeño animalillo del tamaño de un gato.



Cámara de Telemadrid.
Vino un equipo de Telemadrid a hacer un reportaje y una periodista de El País a hacer lo propio. El hecho de que un museo japonés se hubiese interesado en obtener una réplica de este hasta entonces casi desconocido fósil resultó llamativo. Nos grabaron trabajando y fuimos entrevistados. Recuerdo que algunos vecinos que jamás me habían dirigido ni un saludo, comenzaron a hacerlo a raíz de la emisión del reportaje; incluso hubo alguno que me paró por la escalera para preguntarme por el asunto. Es lo que tiene salir hablando en televisión, aunque hubiese sido diciendo memeces.



Publicaciones en EL PAÍS, sección de FUTURO


Y bien, aquí comienza la parte cómica y anecdótica del relato, donde lo absurdo y lo demencial se dan la mano para hacer esta experiencia aún más inolvidable.

Quisimos conocer cual era el peso de nuestras réplicas para facilitar ese dato a la empresa de transporte que habría de llevarlas hasta Japón. Sabíamos que, pese a su considerable tamaño, no eran muy pesadas debido a que las hicimos huecas y que el material empleado era un mortero liviano. La dificultad radicaba en su tamaño y dificultad para colocarlo en una báscula de baño. Así que decidimos pedir permiso para pesarlas a algún empleado del cercano mercado de Barceló.  Y así fue, un atónito carnicero nos escuchó y finalmente accedió a permitirnos pesar las réplicas en una báscula. El espectáculo estaba servido; imaginad las caras de las señoras haciendo cola en los puestos del mercado al ver a dos personas entrando con un cráneo de "algo parecido a un elefante" y llevándolo para pesar. Las pesamos, anotamos los pesos y nos dispusimos a volver a llevar la réplica al museo. Habíamos dejado la caja en la puerta del mercado y hacia ella nos encaminábamos cuando, aún dentro del mercado, fuimos interrumpidos por una señora de pelo entrecano portando varias bolsas.

-Perdóneme, quería preguntarle, ¿Qué es eso que llevan ahí?
-Pues es una cabeza de elefante... -respondo yo sin especificar más, asumiendo que la señora no me entendería si le digo qué era realmente.
-Ah, y ahora se llevan el hueso. Pues me gustaría llevar un poco para que lo pruebe mi marido ¿Sabe usted a cuanto está el kilo?
- .....
-Ah, que ustedes son los repartidores. Perdone, ya pregunto en la carnicería.
-No, oiga, mire. Esto es una pieza de museo y la hemos traído aquí para que nos la pesen. Esto no se come.
- ....

Tanto aquella mujer como nosotros permanecimos unos segundos inexpresivos mirándonos fijamente a los ojos y tratando de entender lo estúpido de la situación, hasta que finalmente la mujer se dio media vuelta tras dibujarse en su cara un claro gesto de incomprensión.

-Ah, pues perdonen ustedes.
-Nada, nada.

Excuso decir que la risa estuvo a punto de estallar.

Al día siguiente enviamos un fax a Japón, concretamente al Mizunami Fosil Museum, en la ciudad de Gifu, para comunicarles que las réplicas estaban terminadas. Recibimos una escueta respuesta en la que se nos comunica que alguien del museo vendrá tal día a Madrid para dar el visto bueno y pagar, firmada por alguien cuyo nombre no recuerdo, algo parecido a Kobayhasi. Llega el día. Nuestra flamante réplica había sido llevada al Instituto Arqueológico Municipal, una bello lugar hoy día transformado en un centro cultural, pero que entonces era un palacete situado en el parque de la Fuente del Berro y rodeado de esplendidos pavos reales. Allí esperábamos a Kobayhasi.

Imaginábamos a un japonés vestido con traje, occidentalizado y con pelo corto pero para nuestra sorpresa, el nipón era un tipo bajito, y con una cabellera y barba larguísimas. Con un inglés apenas inteligible alabó la calidad de la réplica y después extendió un cheque. La cotización de la peseta con respecto al dolar acababa de cambiar favoreciéndonos. Hablando de favores, Kobayashi nos pidió uno. Tenía mucho interés en presenciar un espectáculo de cante y baile flamenco por lo que sugirió que esa misma noche le llevásemos a algún tablao. Y así fue. Hubo que llevarle a La Soleá donde nos tomamos unas cervezas, tras lo cual el oriental comenzó a dar palmas con poco acierto llamando la atención de los asistentes cercanos a nuestra mesa. Antes de eso hubo que acompañarle a la plaza mayor donde adquirió un horroroso belén para llevárselo a sus niños. Evidentemente era final de diciembre. Total que el hombre volvió a Japón tan contento a la espera de que llegase la réplica por barco unos días después. Habíamos contratado el porte con una empresa alemana con sede en Madrid. Mi socia hizo una llamada a dicha empresa para facilitar los datos de la mercancía, el destino, las dimensiones y peso de la misma, etc. Yo pegué el oído al auricular también. Todo iba perfectamente normal en la conversación hasta que las cosas empezaron a liarse. Fue algo así:

- Bien, y dígame ¿Qué es exactamente lo que van ustedes a enviar? - pregunta la empleada de la naviera.
- Pues mire, es una réplica de un cráneo de mastodonte -responde mi socia.
... Se produce un silencio.
-Ah.
... Otro silencio.
- Un mastodonte dice ¿no? Ya, algo muy grande, ¿Pero exactamente qué es lo que van a transportar?
- Pues eso, lo que le estoy diciendo, una copia de un cráneo de un animal prehistórico.
- Ah! Perdone, no le había entendido bien -responde entre risas la administrativo - Y lo llevan ustedes en una caja de 2 x 0'80 x 0'90 metros ¿No es así?
- Exacto, eso es.
- Y en total el peso es de 80 kilos, ¿Verdad?
- Eso es, casi 80 kilos. 
Se produce un nuevo silencio escuchándose sólamente el sonido de las teclas del ordenador de la mujer.
- Y dígame, por razones de seguridad ¿Llevarán ustedes al dinosaurio bien enjaulado, verdad? (literal)
- ......!!¿?¿?¿?¿?!!

Veo a mi socia levantar las cejas, atónita, y mirarme con cara de incredulidad y de risa contenida.

- ¿Pero qué dinosaurio ni que niño muerto, oiga? -responde cambiando su cara de estupor por la de cierta indignación.
- ¿No me ha dicho que...?
- Es un cráneo, una calavera, un hueso, y además es de escayola (para que la avispada empleada le entendiera). El mastodonte murió hace 18 millones de años, así que pueden estar ustedes tranquilos que no les va a atacar. ¡Y además es sólo una copia de la cabeza!
- Ah! Oiga, pues haberlo dicho antes! -responde airada aquella mujer.

La risa era ya incontenible, al menos para mí que empecé a carcajear mientras mi socia se enzarzó en una discusión acalorada.

- Pero vamos a ver ¿Cómo vamos a llevar un dinosaurio vivo en una caja? ¿Estamos locos?
- Oiga, yo tengo que asegurarme de que la mercancía no es peligrosa.
- ¡Pero vamos a ver, si los dinosaurios se extinguieron hace mucho y le estoy diciendo que es una pieza de museo!
- ¡Oiga, que yo no tengo porque saber de bichos, que no me pagan por eso! Sólo le digo que la empresa no se responsabiliza de los daños que pudiera causar el animal ese que transportan ustedes. 

La tipa seguía sin entender nada por lo que dejamos de intentarlo. Aún hoy me quedo pensativo al recordar lo cerril y obtuso de aquella señorita.

El "elefante" de Orcasitas con sus defensas cortadas.
Toda esta historia me hace recordar otros dos casos un tanto peculiares también relacionados con paquidermos en Madrid. Una es el llamado "elefante de Orcasitas", que no es otra cosa que el cráneo de un ejemplar de otra especie dotada de unas defensas (colmillos) gigantescos. Fue también llevado al Instituto Arqueológico Municipal en los años 50 del pasado siglo. Esos enormes colmillos hacían que el cráneo no entrase por las puertas del inmueble, por lo que se tomó una decisión drástica; se cortaron los colmillos y listo, "niquelao". Hoy día dicho cráneo permanece mutilado.

Y el otro caso es el de un elefante actual disecado en el Museo de Ciencias Naturales. Fue disparado y muerto por "placer" por el padre de la duquesa de Alba en 1913.  Dado que tampoco cabe por las puertas actuales, se convirtió en un invitado de piedra en la sala principal de museo. La última vez que estuve allí fue para ver una exposición sobre reptiles marinos y allí estaba, fuera de lugar y de tiempo. Triste y absurdo final para este grandullón, que aún reposa sobre la estructura de madera que se construyo en 1932 para pasearle por la Castellana hasta el museo.

En fin, por alusión y aunque no venga mucho a cuento, me gustaría concluir este relato con mi deseo expreso de que no vuelvan a verse elefantes (ni ningún otro animal) en circos o espectáculos similares.

Y por suepuesto el de no tener que contener la indignación cuando, por ejemplo, un ocioso y decadente jefe del estado satisfaga oscuras pulsiones disparando con cobardía a estos pacíficos e inteligentes mamíferos. Y, claro está, espero y deseo que los elefantes sigan existiendo (vivos) muchísimos milenios más y que jamás cobre sentido la obra de este taxidermista como reconstrucción de una especie extinta y que en un futuro cercano no se les diga a los niños algo como esto: "Mirad, éste es un elefante africano. Se extinguió en 2050 más o menos".  

Para mí, hoy día no tiene sentido su presencia en el museo más allá de su valor como testigo histórico e historiográfico. Testimonio magníficamente naturalizado de la carencia de sensibilidad de la que hacían y siguen haciendo gala un determinado tipo de personajes, aquel que fue tan certeramente retratado por L.G. Berlanga (sí, otra vez el gran Berlanga) en "La escopeta nacional".

Os dejo un vídeo del trabajo.