sábado, 15 de junio de 2013

Ciclos vitales, azar y destino.

En esta entrada me salgo un poco de la línea marcada, pero me apetece hablar de esto.

El título puede sonar ambiguo. Y lo es. Va a ser un intento de poner en palabras una sensación que a veces me asalta y me fascina. Dado que me resulta casi imposible definir, diré que tiene algo que ver con el deja-vu, con los sueños, con la realidad y la irrealidad, con la contingencia, con la probabilidad, con el destino, con la memoria, con el caos, con la determinación, con los deseos, con la energía, con la intuición, con el tiempo, con la adicción, con la empatía y con el azar. Esa sensación, que imagino será compartida en mayor o menor medida por casi todos los humanos, no deja de ser una ilusión, un especie de espejismo perceptual, una suerte de broma de mi propia mente. Igual que puedo contemplar una rotunda escultura de Bernini desde todos sus ángulos y perspectivas, dicha ilusión me permite en ocasiones contemplar una vivencia, una escena, desde el pasado y desde el futuro. Insisto en que hablo de ello como una ilusión, no como una experiencia real. O quizás sí la pueda llamar real en tanto en cuanto la percibo como tal. Pues bien, este artículo hablará de una de esas ocasiones en que he percibido la ilusión descrita. Desde hace muy pocos días puedo contemplar desde el futuro la experiencia que paso a narrar.

  En torno a las 24:00 horas de un día cualquiera de la         primavera de 1983. Madrid. Sala Rockola. Etapa histórica conocida como Transición. Yo estoy bailando en la pista de la sala después de haber visto un concierto de B-Movie. Magín y  Pepo Perandones están en la cabina poniendo música. Suena "The wheel" de Spear of destiny. Termina el tema y un breve silencio antecede a las palabras de uno de ellos mientras empiezan a sonar las primeras notas de "The Walk" de The Cure: "El próximo viernes 28 y sábado 29 de mayo estarán Bauhaus en directo en Rockola". Un escalofrío recorre mi espina dorsal mientras me detengo a observar las expresiones de la gente ante la noticia. Es, junto a Joy Division, la banda que con más intensidad deseo ver en directo. Continúo moviendo mis 17 años en la pista de baile, imaginando y soñando. A unos metros de mí, también baila mi compañero de colegio Julio de la Cruz. Hace unos días me ha mostrado un comic que está dibujando a plumilla en el que imagina a Peter Murphy como un ser extraterrestre que llega a la Tierra para conocer la música de sus habitantes. Meses después ganaría un concurso de carteles organizado por Rockola y cuyo premio fue un viaje a Londres con todos los gastos pagados de una semana. Entre el público distingo una cara masculina conocida, no sólo de Rockola sino de algo más. Me resulta muy familiar, pero no logro ubicarla. Lleva una cresta mohicana rubia y una camiseta de rejilla. Tiene mi edad y los ojos claros. Creo que toca la guitarra en algún grupo; un día de estos le saludo y le pregunto. Continúo bailando. Suena "Modern love" de David Bowie, "Never stop" de Echo and the Bunnymen, "Isolation" de Joy Division, etc, etc. Son las 4 de la madrugada y vuelvo andando a casa junto a mi amigo Julio. Hablamos de la gente que hemos conocido, de los exámenes que tenemos a la vista y de alguna que otra chica. Llego a casa. Mi madre se despierta de su cabezada en el sillón mientras me espera. Me recrimina la hora de llegada y se acuesta. Yo, bastante cansado, hago lo mismo. Comienzo a soñar. Estoy en los camerinos de una sala, muy parecida a Rockola. Por allí están los miembros de Bauhaus, preparándose para salir a escena. Peter Murphy se maquilla. Sin saber ni como ni porque, tengo la certeza de que yo también voy a salir al escenario. Estoy nervioso. Los componentes de mi grupo, caras completamente desconocidas parecen estar más tranquilos. Es nuestro momento, vamos a salir. Salimos al escenario. Mi sueño se difumina en imágenes aleatorias y confusas. A la mañana siguiente y con un café en la mano recuerdo el sueño y sonrío.


Mañana de domingo de 1989. Han pasado algo más de 6 años desde el anuncio de aquel concierto que nunca llegó a celebrarse. Me acabo de despertar desorientado en una casa ajena. Hace calor. Me incorporo y miro a mí alrededor, me ubico. Estoy en casa de Mario. Es aquel tipo cuya cara me sonaba en Rockola. Habíamos estado la noche anterior tomando algo por la zona de las Vistillas. Mientras me desperezo deambulo por el salón. Veo cuadros, libros, y figuritas. Lo típico. Me detengo en un diploma enmarcado y leo algo que me hace despertar repentinamente. En el diploma figura el nombre de Mario y, lógicamente, su apellido. En una fracción de segundo relaciono al amigo que aún duerme en su habitación con el tipo de la cresta de Rockola y, sobre todo, ahí está la sorpresa, con un compañero de colegio. Vienen a mi mente flashes de mi infancia como instantáneas neuronales, imágenes en las que aparece Mario siendo niño y que por azar mi cerebro archivó. Sobrecogido por la coincidencia acudo a su dormitorio y le despierto. Meses después haríamos un viaje a las islas Cíes.

Mario es guitarrista y compositor en "La Red". Ensayan en un local de la calle Pelayo de Madrid. Estoy allí con ellos tomándome una cerveza. Tita toma fotografías de las guitarras y de detalles que le llaman la atención en el local. Yo veo una guitarra acústica y sin dudarlo me pongo a tocar improvisando sobre lo que hacían ellos. Siento que me apetece seguir tocando e imagino que quizás un día sea realidad. Son muy buenos. Sé que pueden triunfar. Tienen todo lo necesario. Quién sabe, quizás algún día.

Una tarde de otoño de 2011. Han pasado más de 20 años. Me dirijo en bicicleta a casa de Mario. Atravieso la casa de campo. Tengo una buena intuición aunque no sé exactamente sobre qué. Desde hace un tiempo él lleva reuniéndose con Javier, el que fuera bajista de La Red, para tocar y componer. Yo voy a escuchar lo que hacen. Empiezan a tocar algo. Bajo y guitarra sobre una base programada. Me gusta. Suena  bastante a Siouxsie and the Banshees, a The Cure o a Joy Division.


Repiten la canción varias veces. Yo escucho y voy tarareando melodías.Para entenderse entre ellos, a dicha protocanción la llaman "Evolution". Le pido a Mario un micrófono y me pongo a canturrerar en inglés sobre la música. Empieza a surgir algo. Parece que hay sinergia. Mario saca una cámara de un cajón y hace algunas fotografías. Después coloca la cámara con un pequeño trípode y graba en vídeo mientras la repetimos. Subo de nuevo a mi bicicleta y vuelvo a casa. Intuyo que eso no va a quedar ahí. Un mosquito nos ha picado a los tres y nos ha inoculado algo. Pedaleo con energía mientras recuerdo aquellos ensayos de La Red de hace dos décadas y me digo: "mira, al final puede que acabes haciendo música con ellos". Nos llamaríamos RADAR.

Es 3 de marzo de 2013. Se viene rumoreando que Peter Murhy, cantante de Bauhaus, va a hacer una gran gira con repertorio antiguo, el que tenía hasta el año 1983. Año éste en el que estaba anunciado su concierto en Rockola que no llegó a hacerse realidad por la disolución del grupo. Veo en facebook anunciados sus próximos conciertos en Madrid y en Barcelona. En la cartel puede leerse: "Peter Murphy. Mr. Moonlight tour + Artista invitado". El concierto en Madrid será en la sala Arena donde casualmente trabaja Pepo Perandones como programador de conciertos. Sí, casualmente el mismo que en 1983 anunciaba en Rockola el inminente concierto de Bauhaus. Escribo al bueno de Pepo y le comento, por si suena la flauta, que me encantaría que RADAR fuese ese artista invitado. Me pone en contacto con la agencia promotora. Envío muestras de nuestra música, y a esperar.

Es 20 de mayo. Como cualquier día, abro mi correo electrónico, Hay un mensaje del promotor del concierto. Una intuición me hierve en el cerebro. Es afirmativo, RADAR vamos a tocar junto a Peter Murphy en 9 días. Una especie de fiesta surge en mi mente; fluyen planes, ideas, y recuerdos. Y sí, también esa ilusión de contemplar una experiencia desde el pasado. Viene a mi mente el sueño que tuve aquella noche del 83, precisamente la noche que supe que Bauhaus vendrían a Madrid, ese sueño en el que yo saldría al mismo escenario que ellos. Si nada lo impedía, ese sueño (en el sentido literal; sueño inconsciente) iba a hacerse realidad.

Es 29 de mayo de 2013. Ha terminado nuestro concierto y también el de Peter Murphy. El público abandona la sala. Nosotros recogemos nuestro equipo. Yo he traído de casa el comic que dibujó mi amigo Julio en 1983, el comic sobre bauhaus, con la intención de que Peter Murphy lo firme. No es posible, pero al final lo que firma es la guitarra de Mario, como ya he dicho, también compañero de colegio.

Los ciclos se van cerrando. Ciclos de 30 años casi exactos, con los mismos personajes, los mismos sueños y deseos. No es mero azar porque hay una querencia, una predisposición mía que empuja a que las cosas salgan de una determinada manera. Pero ese empuje no suele bastar. Hay gente que me diría que es la magia. O quizás me digan que estaba escrito y que yo lo he visto todo realmente desde el futuro porque de algún modo podemos viajar en el tiempo y que cuando yo soñé en 1983, lo que hice fue viajar hasta 2013 y ver lo que ocurría. Sea como fuere, tengo la percepción de que ha sido todo muy especial.Visualizo realmente un círculo que comienza a delinearse en 1983 y que se cierra 30 años después, hace unos días. Unas coincidencias asombrosas que por unos instantes me hacen dudar en mi a menudo inflexible racionalismo.

Publico esto el día de mi cumpleaños. Es mi propio regalo. En él hay también muchos agradecimientos implícitos. Decidme; lo de aquí abajo ¿ha sido real o lo he soñado otra vez?