martes, 3 de marzo de 2015

DEL PATRIMONIO, EL OPORTUNISMO Y EL PARASITISMO

Hay gente que pasa por la vida saqueando todo aquello que puede. Y esta historia, real como la vida misma, está protagonizada por mí y por un tipo lamentable. No sé si yo seré lamentable también, pero a su lado soy un cúmulo de virtudes. Las situaciones kafkianas por las que me hizo pasar este sujeto son dignas de ser contadas para indignación del lector.

Hablo de estas personas que en la infancia se apropian de los pasteles ajenos o culpan a otros niños de sus fechorías. Pero los niños no nacen conociendo el corpus de normas y preceptos que, en mayor o menor medida, rigen las sociedades humanas. De ahí que se les eduque con unos valores, ya sea desde la religión o desde la ética, para que encajen lo mejor posible en una estructura normativa básica. Hay gente que no recibe esos valores, o que incluso recibe los opuestos, gente que no ha sido educada. Estos cuentan con el atenuante de que sus vidas han podido ser privadas de cualquier modelo. Sin embargo hay otros/as que, pese a "ser de buena familia" y haber recibido una educación desde la infancia, muestran en su edad adulta una continuidad total con aquellas actitudes de extremo egoísmo y ausencia total de escrúpulos propias de muchos niños/as en proceso de enculturación. Estos niñatos adultos, si cayeron en el caldo de cultivo apropiado, medrarán hasta donde puedan pisando cualquier cosa o persona que se interponga entre ellos y sus insoslayables deseos. Obviamente no digo nada que no sepamos. Quizás todos tengamos un poco o un mucho de eso, pero desde luego hay gente que no tiene límites ni los conoce.

Te preguntarás: ¿A qué viene todo esto? Pues a que me apetece desahogarme contra uno de estos numerosos y dañinos personajes que por desgracia se cruzó en mi camino (y no sólo en el mío). Bueno, quizás sea positivo conocer a estos sujetos a modo de vacuna.

Pensamos quizás que la mayoría de estos individuos/as ocupan altos cargos, han dado braguetazos y/o viven en la opulencia sin dar palo al agua. Pero nada más lejos de la realidad. El parásito dañino no entiende de clase socioeconómica; robará, expoliará y tomará el camino más rápido y energéticamente más económico para obtener sus fines, importándole un bledo los medios a emplear para lograrlo. Desde hace unos años tenemos noticia de toda una plétora de estos insectos chupópteros pillados in fraganti en sus sucias manipulaciones, pero también abundan los que actúan a pequeña escala. Parece que se trata de una faceta de la condición humana que muchos no logran o no quieren dominar. 

Hablaré de un individuo en concreto, restaurador como yo, para el que trabajé unos meses cuando era un recién titulado. Me contrató para restaurar dos mosaicos romanos, contrato que él había obtenido de la Junta de Castilla y León por su conocida amistad con el entonces director general de patrimonio. A la sazón, este "restaurador" fue el padrino de la hija del mandatario aludido. Total, adjudicaciones irregulares aparte, comencé a trabajar con el primero de los mosaicos. Eran los correspondientes a varias habitaciones de una villa romana en la provincia de Burgos, muy cerca de Aranda de Duero. Los mosaicos habían sido extraídos y vueltos a ubicar en su lugar original. Mi labor consistía en reconstruir las zonas perdidas (sólo aquellas en las que pudiera hacerse esto con un grado de certeza del 99%). 

Era pleno verano cuando empecé, e inicio del invierno al acabar. Todo fue bien, excepto que este tipo me retenía casi la mitad del sueldo en concepto de garantía o no recuerdo qué. Como eran casi mis primeros pasos laborales, tragué con aquello. Pero fue con los siguientes mosaicos cuando salió a la luz y ante mis ojos la verdadera naturaleza, la pasta de qué estaba hecho este sujeto. Una vez acabados los de Burgos, partí para Soria, lugar donde estaban los otros mosaicos. Y bueno, os parecerá un disparate pero me fui hasta allí en bicicleta, cargando con mi reducido equipaje en una mochila, acompañado por un amigo que se apuntó a la travesía. 

Este otro mosaico se hallaba en el museo numantino, en la capital. En una intervención anterior había recibido un soporte de hormigón armado. Mi labor sería la de eliminar dicho soporte y sustituirlo por otro mucho más ligero e inerte. No entraré en aspectos técnicos pero sí diré que se trataba de una labor meticulosa e inevitablemente lenta.

Un mal día llega P.Y. (sus iniciales) y se queja de que el trabajo no va lo bastante rápido, a sabiendas de que es imposible acelerarlo a menos que contratase a alguien más, cosa que no estaba dispuesto a hacer. Ante mi negativa a la pregunta de si puedo ir más rápido, ocurrió algo que me dejó atónito. Cogió un mazo y comenzó a golpear brutalmente el hormigón con el fin de separarlo del mosaico a lo bestia. Consecuencia inevitable; las teselas empiezan a saltar por doquier. Yo intento detenerle pero él, mazo en mano, se zafa y sigue con su destrucción. 

-¡Esto tiene que ir más deprisa! -dijo según asía un mazo.
-Es imposible. La única forma de acelerar es que contrates a alguien más -respondí.
-¡Claro! Y dejarme las pasta, ¿no? (siempre hablaba de pasta al referirse al dinero)
-Lo mismo te da tener a una persona 4 meses que a dos personas 2 meses -dije yo.
-Esto lo acabas tú en dos meses, ¡pero sin mariconadas! dijo en el momento de dar el primer mazazo.
-¿Pero qué haces? No, no hagas eso! Noooo!

Me ignora y da unos 20 mazazos más por toda la superficie del mosaico.
Tras su agresión, despotrica y se va. 


Hice fotos del estado en que lo dejó y después me puse con toda la paciencia a tratar de reparar en lo posible las consecuencias. Tragándome el orgullo y los insultos que debí haberle dirigido, hice lo que debía hacer, pero desde luego ya sabía a quién tenía enfrente. 

Unas semanas después llegó la siguiente fase de la "restauración". Se trataba de aplicar un mortero muy ligero que sustituiría al hormigón que acababa de retirar. P.Y, por ahorrarse unos miles de pesetas (entonces no había euros), se trajo desde Burgos el mortero que sobró allí, mortero que por otro lado había pasado todo el invierno a la intemperie y se había congelado, perdiendo todas sus propiedades, circunstancia ésta de la cual fue avisado por el fabricante. 


Haciendo caso omiso y para ahorrarse un poco de pasta, decidió emplear dicho mortero en mal estado. Más exactamente me lo hizo emplear a mí. En fin, saltándome pasos para no aburrir, el caso es que al final las teselas del mosaico se hundían en el mortero como los pies en la arena de la orilla del mar. P.Y. no estaba en Soria, así que me dirigí a la dirección del museo para comunicar la situación. Vinieron el director y la conservadora, les expliqué lo que ocurría y llamaron a P.Y al móvil (uno de los primeros que hubo en España, un trasto del tamaño de un bocadillo). Cuando llegó y vio lo que ocurría, yo disfruté en silencio contemplando su humillación; el director le cogió de una oreja y le arrastró varios metros, como si fuese un niño malcriado y le echó una bronca monumental. Le dijo que o arreglaba ese desaguisado en 3 días o se iba a enterar de lo que valía un peine. Acojonado, se puso a pensar. Era imprescindible engasar los mosaicos, es decir, pegarles varias capas de gasa para mantener todas las teselas unidas entre sí  (las que quedaban en su sitio) y volver a reproducir todo el proceso. Encontrar 20 metros cuadrados de gasa de algodón en Soria un viernes a las 7 de la tarde no parecía tarea fácil. Con estás, P.Y. optó por pegar unas sábanas. Fuimos a comprarlas a una tienda y el muy miserable empezó a regatear con la anciana dueña del comercio, tratando de que se las vendiese por la mitad de precio, que eran muy feas. No recuerdo si lo consiguió o no, pero desde luego aquello fue impresentable. Hacía falta algo más, unos plásticos, así que cogió el coche y fuimos hasta un polígono industrial. Como ya estaban cerradas todas las naves, optó por saltar la verja de uno de ellos para robar los plásticos. Yo me negué en rotundo a acompañarle e incluso a protegerle ante la posible aparición de policía. Desde la verja pude ver como P.Y. forzaba una puerta y salía al rato con un montón de plásticos enrollados. Al día siguiente pegó las sábanas a los mosaicos, los envolvió en los plásticos, los metió en un almacén del museo y se lavó las manos. Antes de irse, mientras tomábamos un café, me dice en un patético intento de lavar su imagen:

-Bueno, hasta al mejor médico se le muere algún paciente, ¿no?
-.... - mi silencio mirándole fijamente a los ojos y mordiéndome la lengua dado que me debía bastante "pasta".

Se largó de allí y me dejó a deber casi 300.000 pesetas de la época que nunca vi, dinero que no podía reclamar por no sé que chanchullo que había hecho. Para los mosaicos de Burgos había contratado a dos chicas albañilas del pueblo a las que también dejó sin pagar casi todo. 

Volviendo al mosaico de Burgos, diré que tristemente no ha corrido mejor suerte; esta vez debido a un robo/expolio. Como veis en las fotografías, alguien entró en el recinto con nocturnidad y martillos para llevarse una de las escenas principales de uno de los mosaicos causando un destrozo irreparable (o casi). 





Nada se sabe por ahora de la autoría, creo, pero yo no puedo evitar albergar una sospecha; quizás alguien que conocía muy bien esos mosaicos haya encargado la tarea a un grupo de chorizos. No digo más. 

Y bueno, estas destrucciones del patrimonio histórico, por absoluta negligencia consciente y agresión (Soria) y por fines lucrativos (Burgos), vienen muy al caso a la vista del vídeo recientemente publicado sobre la destrucción con ensañamiento de múltiples esculturas (originales y copias) del museo de Mosul en Irak. Las motivaciones son aparentemente muy distintas; extremo ánimo de lucro y consecuente megachapuza en Burgos y Soria, y fundamentalismo religioso y propaganda en Mosul, pero el resultado es muy similar. No estoy seguro de cuál de las dos es más lamentable, si la motivada por el fanatismo y la ignorancia o aquella motivada por ahorrarse unos miles de pesetas por alguien que se supone un profesional de la materia que además cobra por ello en base a contratos adjudicados irregularmente por amiguismo y nepotismo. Somos lo que somos. Este Jesús Gil y Gil de la restauración emulaba a los aparejadores, arquitectos y presidentes de las empresas constructoras; cuando se reunía con ellos vestía la característica zamarra con múltiples bolsillos, el maletín, el casco y el chaleco reflectante, y adoptaba ese aire socarrón y de cierta prepotencia gremial que caracteriza a muchos de aquellos. Yo le observaba con curiosidad, sus ademanes, sus expresiones, su actitud. Quería medrar, ser uno de ellos. Se habría convertido en un "pocero" pero el hediondo rastro de chapuza que iba dejando allá por donde pisaba terminó cancelando su chollo de amiguismo.

Imagino las infancias de muchos de estos parásitos que, siguiendo las máximas de "llegar muy lejos" y de "tener ambición en la vida" inculcadas casi desde la cuna por papá y mamá, han llegado a ocupar altos cargos, resonando aún en sus oídos aquello de "este niño llegará a ministro". Muy poco o nada les debe importar su cometido y su responsabilidad; el objetivo es atesorar y ascender. Estos coleccionistas de billetes y de ceros a la derecha deben ser aquellos niños/as bien adoctrinados para los que todo se puede pisotear e ignorar en aras del logro del principal objetivo. Pobres diablos miopes que ni siquiera saben ni sabrán del escalofrío que generan la belleza y el amor.  Morirán con un sucedáneo de satisfacción por haber alcanzado en mayor o menor medida lo que se esperaba de ellos y transmitido a su primogénito ese contagioso vermes de codicia ilimitada, dañina e yerma. La bacteria legionella ataca mediante lo que se conoce como infección oportunista. Aguarda a que el sistema inmunitario esté débil y parasita causando serios daños en el organismo.

La hembra del cuco deposita un solo huevo en el nido de otras aves. Tras la eclosión, el cuco recién nacido se deshace de los pequeños polluelos de la especie parasitada tirándolos del nido. Antes, mamá cuco se habrá deshecho de aproximadamente la mitad de los huevos de la otra especie de ave y habrá completado el nido con los de su propio vientre. Si hay más de 2 crías de cuco, éstas pelean y la más fuerte expulsa y defenestra a la otra. Así sólo quedará un polluelo que alimentar. El polluelo de cuco será alimentado con insectos hasta que crezca hasta más del doble de la talla de sus inconscientes padres adoptivos. Finalmente se irá y, de ser una hembra, hará lo mismo que su madre. Esto se llama cleptoparasitismo o parasitismo por robo.

Las bacterias y cucos humanos son quizás más refinados pero en esencia hacen cosas muy similares. En cierto modo no cabe esperar algo distinto entre los hombres, a menos que nos consideremos algo fuera y por encima del reino animal. Pero no parece; mucho me temo que sólo somos simbiontes y parásitos con un cerebro hipertrofiado. El estado/organismo deberá defenderse de estos parásitos y será muy mal asunto si algunos de ellos logran alcanzar poder suficiente. Espero que esto no ocurra nunca, aunque me pregunto: ¿Es posible que ya haya algunos parásitos poderosos en nuestro país? (cáptese la ironía).

Quizás todo esto no sea más que la misma historia desde el mismo origen de la vida, el egoísmo ciego de los genes y su lucha sin cuartel por prosperar y perpetuarse. Si es así, brindemos por el darwinismo social y trepemos con codazos y zancadillas a lo más alto.

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